Cuando levantamos manos declaramos la victoria de Cristo, y con cada movimiento de nuestros pies avanzamos afianzando nuestra fe y confianza en esa victoria. La danza es un arma poderosa que solo es ejecutada con éxito por aquellos que se rinden totalmente a Cristo, echando su humanidad a los pies de Él, para que así el Espíritu Santo pueda manifestarse con poder en medio de su pueblo.
Somos nosotros los llamados, sin importar edades, sexo, ni capacitación física, lo importante es el tener un corazón puro y recto ante los ojos de Jesucristo. La Biblia tiene muchos pasajes en los que se expresa el agradecimiento a Dios a través de la danza. Es por tanto un elemento de adoración e inspiración para conducir a la congregación a entregarse completamente, cuerpo, alma y espíritu en adoración genuina, rendidos al Señor.